Una vez más se asiste a la decepción y hastío que producen las campañas electorales, en este caso las de las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Se sobreactúa sin pudor para descalificar al adversario y ocultar los errores propios. Se tiene bula para recurrir a los excesos verbales, que no se los creen ni los que los pronuncian. En la vorágine por captar votos se utilizan latiguillos falaces con total descaro, por si acaso cuelan; siendo los llamados partidos de izquierda los que ostentan el doctorado " cum laude" en tales estratagemas.
¿ Y qué ocurre con la mayor parte del común de los electores ? Pues que pasa de discursos y mítines. Muchos ya tienen decidido su voto con independencia de lo que digan los aspirantes a ser elegidos o los respectivos programas, que casi nadie lee, y otros albergan sus dudas sobre a quién votar o si se decidirán a hacerlo a última hora.
En estos últimos días, y ayer especialmente, la gente andaba preocupada en qué equipo de futbol sería el ganador de la liga. Se alzó con el triunfo el Atlético de Madrid, que disputaba la final con el Barcelona. Alegría para unos y tristeza para otros. Posiblemente, emociones más sentidas que las que produzcan los resultados electorales del próximo día 25 en España, aunque de éstos dependerán asuntos de grandísima importancia para España y Europa.
Puestos a elegir entre el futbol y el " circo" político, la afición se inclina mayoritariamente por el primero. Por algo será. ¡Enhorabuena!, Atlético. ¡Condolencias!, Barça, otra vez será; sois uno de los referentes balompédicos españoles a nivel mundial, al que los nacionalistas catalanes han instrumentalizado. Por ello, hasta muchos de los no aficionados al futbol comparten la euforia de los atléticos. ¡Ánimo!, barcelonistas. En el deporte, como en la política, a veces se gana y otras se pierde. Vuestro equipo sigue siendo uno de los grandes, pero afeado por el sarpullido secesionista.
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