La Comisión Europea ha decidido, y lo ha recomendado Eurostat, que para calcular el PIB- Producto Interior Bruto- los Estados miembros incluyan, entre otros, lo que generan a nivel nacional los sectores de la prostitución, las drogas y el contrabando. Como son negocios o servicios ilegales, ya pueden ir estrujándose la mollera los encargados de calcular la actividad económica o la riqueza que producen, y cómo repercute en la economía de un país, máxime si los beneficios que reportan son opacos, de difícil seguimiento y en su mayor parte van a parar a los traficantes y a los que los explotan, quienes ya se preocupan de camuflarlos. Cualquier estimación que se haga, utilizando diversos parámetros, carecerá de la mínima fiabilidad.
Cabe imaginar el papelón esperpéntico de los encuestadores de la prostitución haciendo un sondeo para averiguar el número de las y los que la ejercen, el promedio de los servicios y del precio, y lo que va a parar a mano de los rufianes y las redes clandestinas dedicadas a su explotación; todo ello sin contar lo dificultoso de cuantificar y valorar el ejercicio por libre. Por otra parte, estimar el global de la circulación de la droga y del contrabando en base porcentual a la cantidad decomisada o aprehendida en alijos, es un ejercicio de mera especulación carente de rigor. Con todo ello, y otros parámetros cuasi virtuales, los técnicos estadísticos calcularán el PIS ( Producto Interior Sucio) que hay que que incorporar al PIB; lo que huele a engañifa: aparentar una riqueza o una producción que no se tiene, ya que nada aporta al desarrollo y bienestar de la sociedad, y no sirve como aval seguro y serio por el origen viciado desde sus raíces.
El común, que se mueve a ras de suelo, no entiende ni se explica este despropósito berenjenal, ni debe alarmarse cuando una inocente criatura demande el PIS. Esa vocecilla no revelará prematuros deseos de mala y deshonesta vida, sólo estará expresando que quiere hacer pipí.
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