Ayer se celebró en el Congreso de los Diputados la sesión para votar la ley orgánica sobre la abdicación del Rey D. Juan Carlos, que tuvo el amplísimo respaldo con el sí a la misma por parte del PP, PSOE, UPyD, Foro Asturias y UPN, pese a que los representantes de las formaciones de la extrema izquierda e independentistas radicales trataron de desvirtuar lo que allí se iba a votar. Nada que no fuera esperado, y así, por ejemplo, algunos dibujaron un próximo horizonte que traería la república vasca, la catalana y la gallega.
La República como forma de Estado, por la que abogó el comunista Cayo Lara, si llega algún día será por decisión del pueblo español, a través de sus legítimos representantes, y por los cauces establecidos constitucionalmente; no siendo de recibo la dicotomía falaz de Monarquía o Democracia. Las republiquillas periféricas separatistas proceden de un mal arbusto que no da fruto, salvo suicidio colectivo. De cualquier modo, si aquélla o éstas tuvieran que venir de la mano de los que, en tal sentido, se pronunciaron en el Congreso, hasta el más convencido republicano de bien devendría en ferviente monárquico.
Entre los apologetas destacó, por su paroxismo canallesco y mísero, el diputado de la formación pro etarra AMAIUR, Sabino Cuadra; sujeto siniestro al que no hay que darle la espalda, y tampoco a los de su manada. Entre las muchas barbaridades calumniosas que soltó, de suficiente gravedad para detenerle y llevarle al juzgado de guardia de no ser aforado y haberlas pronunciado en el Congreso, colocó el despropósito propio de un enajenado paranoide, referido al Rey y al Príncipe Felipe, que evidencia su enfermiza obsesión: "No queremos ni al padre, ni al hijo, ni al espíritu de Franco que cuida de los dos".
Cuando sujetos como Sabino Cuadra y la formación por cuya boca habló, integrada en el grupo mixto, tienen cabida en las Instituciones, es que a algo extremadamente putrefacto se le ha dejado colar en nuestra Democracia.
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