Un tanto alejada del significado original y subsiguientes rituales y supersticiones, que milenariamente se han ido celebrando de diferentes maneras y en distintas partes del mundo, con el fuego y el agua como símbolos esenciales bajo la luz de la luna, se sigue celebrando la Noche de San Juan con motivo del solsticio de verano en el hemisferio Norte.
En nuestro país, especialmente en las playas y en otros enclaves costeros, hace años que se popularizó tal costumbre- cual remedo de las ancestrales tradiciones e innovaciones mil, conforme a la imaginación y el gusto de los participantes-, en la que se expresan deseos de suerte- la salud, el dinero y el amor no pueden faltar- y el alejamiento de los malos espíritus y las vibraciones negativas, con mayor o menor credulidad o chanza; combinando el salto de las olas, incluso el chapuzón de los más eufóricos y atrevidos, con la cena en torno a la hoguera y el consumo, a veces sin límite, de alcohol y, algunos, con la fumata compartida de un porro.
Muchos ayuntamientos, por eso de contentar a la gente y hacer clientela, se han sumado a la peculiar conmemoración proporcionando medios, intensificando los transportes urbanos y la infraestructura personal- vigilancia, protección civil, asistencia sanitaria, limpieza,...- para que los asistentes se diviertan y prevenir o minimizar los posibles incidentes y accidentes que puedan ocurrir.
Los más festeros, de normal jóvenes, se retirarán después de la amanecida con la resaca de lo que acabó, quedando para la movida del próximo fin de semana. Atrás quedará para todos- tanto para los prontos en despedirse del mar y la luna, como para los rezagados que apuran el tiempo hasta última hora- la mágica Noche de San Juan, con los buenos deseos y rituales que se repiten cada noche del 23 al 24 de Junio. Mas ocurre que la magia es artificio e ilusión, tras ella viene la realidad; pero también es un sueño, que si se comparte con armonía y moderación, sirve de solaz.
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