No se sabe si nos impondrán el “ corralito “. Las arcas del Estado están famélicas, y las medidas económicas anunciadas para afrontar la situación ( petición de créditos a la UE, subida de impuestos, gravar el impuesto de sucesiones, ayudas sociales y otras pretensiones más ) repercutirán en contra, teniendo en cuenta nuestro gran endeudamiento y el déficit públicos, además del alto paro. Los préstamos comunitarios no se conceden gratuitamente, estando sometidos a ciertas condiciones, y hay que devolverlos. El aumento impositivo recaerá sobre las clases medias, ya en vías de empobrecimiento. La subida del impuesto de sucesiones llevará a muchos a renunciar a las herencias por no poder pagarlo. Las ayudas sociales para los más desfavorecidos en estado de precariedad, que son justas, precisarán de un gran control- más funcionarios- para evitar picarescas, fraudes y simulaciones de indigencia.
El presente y futuro próximo no es negro, sino negrísimo, especialmente para la juventud y la gente en edad y condiciones de trabajar. Para iniciar el camino de la recuperación se necesitan empresarios, economistas y banqueros solventes de acreditada competencia, o que los gobiernos y políticos se dejen asesorar por los mismos y sigan sus recomendaciones. Aun en este caso, la travesía del desierto llevará su tiempo.
Si esta situación perdura “ sine die “, las consecuencias económicas nefastas del coronavirus y de antes de su aparición conseguirán repoblar los pueblos vacíos, la vuelta a los cultivos de los campos abandonados, a impulsar la ganadería, criar en los corrales gallinas, pollos, conejos y volver al trueque. Es lo que media entre el “ corralito “ y el corral.
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