Las respuestas de las personas y grupos a los estímulos y ante situaciones diferentes no son iguales, ya que dependen de la carga emocional y del raciocinio para superar los conflictos y sucesos adversos. Lo ideal sería que hubiera un equilibrio entre los sentimientos y la razón, lo que implicaría controlar los impulsos internos de diversa índole- innatos, adquiridos “ per se “ o por influencias externas – para que hubiera cordura, sensatez y proporcionalidad en los actos.
Ponerse en el lugar del “ otro “, escuchar sus argumentos y detectar sus pulsiones, es un buen paso para razonar civilizadamente, incluso para discrepar con argumentos cuando no nos satisfacen. Ello requiere grandes dosis de paciencia, siendo un esfuerzo baldío cuando se está ante la intolerancia, el fanatismo y los posicionamientos asilvestrados perdurables de por vida.
En la esfera de las creencias y sentimientos, asistimos a diario a espectáculos bochornosos, dándose tanto en el Parlamento como en ciertas tertulias televisivas y en las redes sociales. Visto el panorama, no queda más remedio que apostar por los ideales rectos, la honradez, conducta ejemplar y el bien hacer. Al final se abrirá paso la verdad, que es la que nos hace libres.
Punto de encuentro en el que confluyen opiniones y reflexiones con el afán de aportar un granito de arena al bien de España, de su unidad y lengua universal, la fraternal concordia, recuperar valores ya en el olvido y reivindicar las raíces cristianas de Occidente. Para ello es preciso tomar postura, aspirar a ser un actualizado CRUZADO cuyas armas sean la palabra, la pluma y ejemplar ciudadanía.
martes, 26 de mayo de 2020
SENTIMIENTO Y RAZÓN
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