domingo, 10 de enero de 2021

ASALTO AL CAPITOLIO

  

 
 
 
 
Trump denunció que su derrota electoral estuvo plagada de fraudes, pero los tribunales no le dieron la razón. Se empecinó en el convencimiento de su victoria, alentando a los republicanos más enfervorecidos para que cercaran el Capitolio, llegando éste a ser asaltado. Viendo el cariz de la situación, apeló a que cesara la violencia y no hubiera enfrentamientos con la policía. Ésta desalojó a los ocupantes y practicó detenciones. El resultado fue de 4 muertos, en circunstancias que se investigan, y varios heridos, además del antidemocrático y bochornoso espectáculo que pudo ver el mundo por televisión. El asalto al Capitolio merece la repulsa unánime. Pero no pueden rasgarse las vestiduras por ello los de la extrema izquierda española, que rodearon e intentaron hacer lo propio en nuestro Congreso de los Diputados. Uno de sus impulsores fue Pablo Iglesias, ahora vicepresidente del Gobierno presidido por Pedro Sánchez.
 
Trump tendrá que abandonar en breve la Casa Blanca, para ser sustituido por el demócrata y ganador de las presidenciales Biden, aunque muchos de sus seguidores seguirán pensando que hubo irregularidades en las votaciones. Se abre la incógnita, cargada de más recelos que esperanzas, sobre el giro que dará Biden a la política nacional e internacional de su predecesor, que afectará de un modo u otro al liderazgo mundial estadounidense, a las relaciones con las otras grandes potencias y a sus repercusiones en los países medianos y pequeños.
 
De momento, es previsible que se ahonde por un tiempo la fractura entre los estadounidenses, lo que no sería bueno para esa gran nación ni para el equilibrio internacional. En la era post-Trump, como en otros relevos presidenciales anteriores, hará falta mucha generosidad y manos abiertas. El mundo sigue necesitando paz, bienestar y libertad. Los que más mandan están obligados a intentar satisfacer tales anhelos.

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