Los Reyes Magos se fueron de regreso a
Oriente,
tras adorar al Niño y ofrecerle sus
presentes:
oro, incienso y mirra.
Desoyendo la orden del Rey Herodes,
no volvieron a su palacio para
informarle
dónde estaba el recién nacido Jesús,
ya que aquél no quería adorarle, sino
matarle.
Los Magos, alertados en sueños por un
Ángel,
retornaron a sus reinos por caminos
diferentes,
frustrando los herodianos deicidas
planes.
El enfurecido y engañado Herodes
se vengó con los Santos Inocentes,
que fueron pasados a espada,
creyendo que así acabaría también con
Jesús,
pero Éste ya no estaba en Belén.
José, advertido por el Ángel,
huyó a Egipto con María y el
Niñito-Dios,
evitando que su Hijito fuera
degollado
por las mesnadas del envidioso y cruel
Herodes.
Termina aquí lo que parece un cuentecillo de
catecismo,
basado en los relatos evangélicos.
La Fe no empece a la fantasía de la noche mágica
de los Reyes Magos,
con la que sueñan mayores y peques cada
año.
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