No son meramente números estadísticos, que van en aumento cada día que pasa. Detrás de cada uno de ellos hay una persona fallecida, una vida segada por el Covid-19. Historias que se nos ocultan, al igual que los féretros que contienen sus restos. Final desdichado el de tantísimos muertos en soledad, sin manos queridas que acaricien las suyas, ni voces amorosas que les acompañen en la agonía definitiva. Sólo los médicos y sanitarios que les atendían, además del auxilio espiritual de los sacerdotes, suplían con su afecto y entrega impagables las forzadas ausencias familiares. Y en esa labor encomiable continúan.
Punto de encuentro en el que confluyen opiniones y reflexiones con el afán de aportar un granito de arena al bien de España, de su unidad y lengua universal, la fraternal concordia, recuperar valores ya en el olvido y reivindicar las raíces cristianas de Occidente. Para ello es preciso tomar postura, aspirar a ser un actualizado CRUZADO cuyas armas sean la palabra, la pluma y ejemplar ciudadanía.
martes, 5 de enero de 2021
TESTIGOS DE LA FÚNEBRE REALIDAD
Los idos descansan ya en paz, dejando un reguero
de tristeza entre sus seres queridos y una sensación de impotencia en los
médicos que no pudieron salvarles la vida. Éstos y el personal sanitario, que
han recibido también el zarpazo de la muerte entre sus filas, son los testigos
de la amarga y tantas veces fúnebre realidad. Como seres humanos, muchos de
ellos sufrirán las secuelas psico-emocionales de la tragedia que no remite, pero
seguirán en la brecha, conscientes de que se les necesita. Su sentido del deber
les llevará, incluso, a prestar atención esmerada a los incívicos que resulten
contagiados por su actitud irresponsable, que ha contribuido a la expansión de
la pandemia.
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