viernes, 22 de enero de 2021

LA PANDEMIA QUE NOS ENVUELVE

  

 
 
 
 
Leemos sobre las muertes y demás horrores de las guerras habidas en la Historia y de las actuales; pero como no hemos participado en ellas, ni tampoco hemos sido testigos de las mismas, las vemos con la frialdad que arroja el número de víctimas y con un sentimiento entremezclado de incredulidad, repulsa y conmiseración. No es lo mismo que te lo cuenten, que estar, verlo y sufrirlo.
 
Algo parecido ocurrirá en el futuro con la pandemia del Covid-19 cuando haya desaparecido. Las crónicas y las películas que puedan hacerse, nunca podrán retratar la tragedia en su verdadera magnitud. Importa el presente; pero se escamotean las imágenes en su cruda y dolorosa realidad. Sólo se proporcionan datos estadísticos, que no sirven de por sí para apreciar lo que sucede en los hospitales, visualizar los féretros que trasladan a los fallecidos y los desgarros familiares producidos por las dolorosas pérdidas. Sólo los médicos y demás personal sanitario, que atienden directamente a los infectados más graves y ven el acecho de la muerte, son presa de la impotencia y desolación que sufren cuando no pueden salvarles la vida. Sobrecoge oír sus relatos.
 
Tampoco es suficiente la divulgación de las medidas de seguridad a adoptar para evitar la infección, aunque son necesarias. Deberían ser complementadas con filmaciones e imágenes televisivas, para que toda la población fuera consciente de la pandémica realidad que nos envuelve y de sus funestas y tristes consecuencias. Nadie debería comportarse como si estuviera a salvo de contagiarse y contagiar. Aunamos esfuerzos y sacrificios para erradicar este mortífero mal.

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