lunes, 16 de agosto de 2021

AFGANISTÁN

  

 
 
 
La toma del poder en Afganistán por los talibán y la ocupación de todos sus territorios en pocos días, incluida su capital, después de que las tropas de la OTAN se replegaran y abandonaran el país- las últimas en irse norteamericanas- fue un “ paseo militar “, pues apenas encontraron resistencia por parte del ejército y las fuerzas de seguridad afganas, que se entregaron o huyeron. Veinte años perdidos por los occidentales, que pretendían “ normalizar “ el país, consiguiendo notables avances en las urbes más importantes, a base de un altísimo precio en vidas humanas de la coalición internacional y dinerario. Todos los esfuerzos, logros conseguidos y buenas intenciones se han ido al traste. La “ sharia” más extremista, las disputas tribales y los “señores de la guerra “ volverán a sus rivalidades y atrocidades ancestrales, así como las venganzas contra los colaboracionistas nativos con Occidente y la consideración de la mujer como un objeto sin derecho alguno.
 
Los analistas se preguntan por qué ha ocurrido este desenlace tan rápidamente, a la vez que, a “ toro pasado “, se reparten culpas e imprevisiones. El hecho es que Occidente, en el ejercicio de la autodefensa contra el terrorismo de Al Qaeda, apoyado por los talibanes, emprendió la misión de neutralizarlo, lo que se consiguió en buena parte, y democratizar Agfanistán, sin valorar las profundas diferencias culturales, sociales y tradiciones del fundamentalismo islámico más extremo, además de olvidar las lecciones de la Historia sobre la reacción, más o menos a la larga, de los pueblos que se ven o sienten invadidos, por mucho que se les quiera favorecer. Afganistán es un clásico; hasta las poderosas tropas soviéticas tuvieron que retirarse de allí. Y es que cuando se va a una guerra, no se puede andar con remilgos. 

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