martes, 17 de agosto de 2021

NUESTROS SOLDADOS

  

 
 
 
Nuestras Fuerzas Armadas han participado y siguen participando en diferentes misiones internacionales, en zonas conflictivas y en estado de guerra, aunque a algunas se las denomine eufemísticamente de “ paz “ sin serlo. En cualquier caso, el riesgo siempre existe, mucho mayor y más grave en los lugares donde se producen enfrentamientos bélicos. Pero nuestros soldados, por difícil que fuera la misión asignada, han dado la talla y estado a la altura de las circunstancias, supliendo con disciplina, arrojo y, a veces improvisación, determinadas carencias y los distintos escenarios que tenían que afrontar. El espíritu militar que les caracteriza- imprime carácter- está acreditado sobradamente, así como su propensión a respetar y ayudar a los más frágiles y necesitados, con independencia de su etnia y religión. Como escribió Calderón de la Barca: “ La milicia no es más que una religión de hombres honrados “.
 
Nuestros soldados sienten y practican el espíritu militar, que les fue inculcado en las respectivas academias castrenses, periodos de formación y estimulado por sus jefes a lo largo de su trayectoria profesional, manteniéndolo cuando han pasado a la reserva. Son hombres y mujeres de honor, fieles al juramento prestado, saben el significado del compañerismo, auxilian y acuden en socorro del compañero herido o que está en apuros, y a ninguno lo abandonan a su su suerte ni le “ dejan en la estacada “. Cumplen órdenes y acatan la jerarquía, impronta compartida por los soldados de otros países integrantes de la Coalición Internacional en Afganistán. Cuando se les ordenó abandonar este país, lo hicieron, aun sabiendo lo que podría ocurrir allí más pronto o más tarde, y ha acabado sucediendo.
 
Las decisiones últimas las toman los gobiernos por motivaciones políticas, en las que a veces hay componendas oscuras y turbios intereses de diversa índole. En el caso de Afganistán, una vez eliminados numerosos terroristas y dirigentes de Al Qaeda, así como el principal, Bin Laden, en Pakistán, hay aspectos que, aparte de pretenderse ingenuamente democratizar el país, indican que podría haber sucedido así, habiendo sido la Administración norteamericana la que ha llevado siempre la voz cantante, por ser la superpotencia que muchísimo más ha invertido en el ingente despliegue de personal y medios, sufrido el mayor número de bajas y de desgaste ante la opinión e incomprensión pública, produciendo el efecto arrastre entre los restantes países de la Coalición. La sensación de humillación percibida en Occidente es evidente. Han ganado y salido reforzados los talibanes, están en su poder las sofisticadas armas regaladas al ejército afgano y el Régimen corrupto hasta la médula que allí había se ha desmoronado en un plis-plas, huyendo su último presidente con las maletas a rebosar de dinero. Mientras tanto, la gente no talibán se ve desamparada, traicionada y expuesta a más que posibles represalias sangrientas y mortales.
 
Hemos empezado con una glosa merecida a nuestros soldados. Por turnos, muchos de ellos estuvieron allí durante 19 años en la misión de la OTAN, jugándose la piel- 96 rindieron su vida, además de 2 guardias civiles, 2 policías y 2 intérpretes-, dejando alto el pabellón español. No deben sentirse humillados, sino estar orgullosos por lo que hicieron y por la satisfacción del deber cumplido. Los corazones se encojen y la lágrimas saltan cuando se oye en el homenaje a los Caídos el toque de oración y la voz recia que dice: “ –no pudieron querer a otra bandera- no quisieron andar otro camino- no supieron morir de otra manera “.

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