La sobreinformación difundida por las redes y los
medios tradicionales, muchas veces contradictoria y confusa, saturan las mentes,
impidiendo con frecuencia el discernimiento. Por ello hay que recurrir, para
salir de la duda, a las fuentes y medios más solventes e imparciales, pues hasta
los oficiales no son siempre lo fiables que deberían ser. Además conviene
guiarse por la opinión de los verdaderos expertos en la materia de que se trate,
aunque a veces no sean coincidentes en su totalidad.
Respecto a los talibanes en Afganistán, la
realidad es tozuda, y sólo su fanatismo fundamentalista se saciará con la
violencia y represalias execrables. Los occidentales que han estado sobre el
terreno de dicho país, cumpliendo con sus respectivos cometidos(militares,
policías, periodistas, diplomáticos y otros civiles ), así como los estudiosos
de dicha problemática y los afganos ya rescatados, pueden y deben contar lo que
allí ha sucedido, sucede y seguirá pasando.
Ahora, todos los esfuerzos deben dirigirse a la
ímproba y difícil tarea de culminar la evacuación de los afganos – incluidos sus
núcleos familiares- que colaboraron con los contingentes de la OTAN y las
embajadas occidentales. Tiempo habrá para que se haga la necesaria autocrítica
por parte de los respectivos gobiernos participantes en el conflicto armado, a
fin de aprender de los errores cometidos y procurar no reincidir en ellos. Se
nos debe una explicación sincera y transparente del porqué de tantos fallos,
además de una exigencia por la memoria de los nuestros que ofrendaron su vida en
aquellas lejanas tierras.
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