Por buenas que sean las intenciones de Giorgia Meloni, queda por ver si podrá levantar a Italia de su declive, mientras dure el tiempo que rija los destinos de su país. La coalición de su partido con los de Berlusconi y Salvini ganó las elecciones, y la progresía europea se echó las manos a la cabeza, alarmada ante el triunfo de la “ ultraderecha fascista “. A ese coro se sumó la española, que no hace aspavientos por el socio Unidas-Podemos de nuestro Gobierno, caracterizado por su radical-sectarismo de extrema izquierda, como tampoco por los apoyos de los filoetarras y secesionistas.Meloni habla claro, habiendo proclamado con orgullo el lema “ Dios, patria y familia “ y “ Soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana”. Eso es más que suficiente para aplaudirla, sobre todo cuando tales afirmaciones se consideran un anatema por los ideólogos y seguidores de lo “ políticamente correcto “.Los principios ideológicos y de conciencia de esta mujer no garantizan por sí solos la gestión eficaz de la economía, pero sin ellos se aboca a lo puramente material y contingente. La aconfesionalidad de un Estado no debería obviar ni oponerse al humanismo cristiano, al progreso lícito, al reconocimiento de la familia, como célula fundamental de la sociedad, el amor al propio país y a los restantes valores que dignifican al ser humano y promueven la consecución del bien común.Sra. Meloni: ¡ Enhorabuena y suerte !
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