A las nueve salimos a la calle para ver cómo iba lo de la huelga general por la ciudad, comprobarlo por nuestros propios ojos. A esa hora, como es tradición, los piquetes más “ convincentes” ya llevarían tiempo actuando en polígonos industriales, grandes centros de distribución y puntos claves del transporte, así que optamos por lo más fácil y cómodo: dar un garbeo y acercarnos al corazón comercial de la ciudad
Antes de iniciar la andadura, tomamos el café en un bar cercano que, al igual que otros del entorno, estaba abierto, coincidiendo con el interventor de una sucursal bancaria quien nos contó que se había encontrado obstruida con silicona la ranura del cajero automático por donde se introduce la tarjeta. “ De la central me han dicho que ha ocurrido lo mismo en muchas otras, voy a ver si lo soluciono”, dijo a modo de despedida.
Camino del centro vemos a un piquete informativo que, durante unos pocos minutos, detiene la circulación de los vehículos que, por autovía, ya han llegado a una gran avenida de la ciudad. Seguimos por la avenida y a unos quinientos metros parpadean luces intermitentes de coches policiales; nos acercamos, hay un contenedor ardiendo en mitad de la calzada. Los bomberos apagan el fuego y de él solo queda el esqueleto metálico.
Los policías adoptan las medidas de seguridad al caso y no pierden de vista a un grupito de jóvenes con mala pinta y mochila a la espalda que, a pocos metros y desde la acera, cuchichean entre ellos sin dejar de observar. Separado del grupo, un sesentón hace un aparte con un joven del grupo que, haciéndose el distraído se le acerca, le susurra lo que parece una instrucción ( “ pregunta cómo va la cosa por …y que no paren” ). El joven efectúa una llamada por móvil. Unos curiosos comentan que han habido más contenedores quemados por la zona universitaria y “ palos”.
Seguimos con el paseíto en dirección al principal mercado municipal; las cafeterías están abiertas, sensación de normalidad y de poca gente en la calle. La mayor parte de los puestos del mercado están abiertos, unos cuantos cerrados y apenas compradores. Preguntamos a un conocido, dueño de un puesto de salazones, y responde que gran parte de los cerrados se debe a que los dueños al ir, a primeras horas, a los grandes centros de distribución por su mercancía fresca, se han tropezado con piquetes y han dado la vuelta; en cuanto a la escasa afluencia de compradores obedece a precaución por temor. Unos policías daban vueltas por su interior.
Como los comercios y grandes almacenes suelen abrir a la diez, fuimos al centro neurálgico de esa céntrica zona en donde también se ubican las oficinas principales bancarias. Allí vimos a una piquete informativo compuesto por unas cien personas con la coreografía de rigor y, en paralelo a él, caminamos hora y media. Dos metros delante del piquete, encabezándolo, dos minusválidos sentaditos sobre su pequeño carro eléctrico que lo manejaban bien.
Las tiendas cerraban sus puertas, antes de que pasara frente a ellas y las volvían a abrir una vez las habían rebasado. El griterío, cosa habitual, aumentaba al parar frente al Corte Inglés que estaba abierto al público, no viéndose desde el exterior clientela.
A las cafeterías abiertas se les instaba a cerrar y casi ninguna lo hizo, con lo cual empezaba el abucheo e intimidación verbal, desplazando o tirando al suelo las mesas y sillas de las terrazas. A los dueños que les plantaban cara, siempre había alguien que les decía “volveremos”, a la par que se fijaba en la dirección y nombre del establecimiento.
A un par de señoras que tomaban un café con leche en la terraza de una cafetería-restaurante, las rodearon e increparon, arrojando el contenido de la taza de una de ellas sobre unos papeles que tenía en las manos. Las señoras se levantaron y buscaron cobijo dentro de la cafetería. Un cuarentón que podía pasar desapercibido por vestimenta y aspecto, hizo una llamada desde su móvil y dijo “ Paco, estamos aquí ( mencionó nombre de calle y cafetería ), hay que darle un buen palo”.
Se detuvo el piquete ante un gran edificio en construcción , cerrado el acceso con valla metálica, y durante unos veinte minutos se invitó a los operarios, por megafonía, a que se sumaran a la huelga y dejaran el trabajo. Finalmente salieron, sonriendo, dos señores sin aspecto de albañiles, y después dos más, cabizbajos, que sin duda lo eran. A los cuatro les dieron un aplauso.
Cuando los dos primeros se retiraron de la obra, le preguntamos a uno de ellos, aclarándole previamente que nada teníamos que ver con el piquete, qué sensación había tenido. Respuesta :” ninguna en especial, están en su derecho, se han portado bien”; pasando a añadir, posiblemente por haberle inspirado confianza: “ Soy el arquitecto de la obra, en ella trabajan cien”.
Ocioso resulta decir las paradas ante los bancos y los apelativos de costumbre, como también el pegar carteles sobre paredes, puertas y cristales en todo tipo de establecimientos.
Ya habíamos visto bastante. Eran las once y media de la mañana, la marcha del piquete informativo continuaba, uniéndose a otro que entraba en la zona, para seguir dándole vueltas a la noria en su repetido recorrido.
La conclusión sacada por lo que vimos durante la hora y media que ” acompañamos “ al piquete, es que se comportó de un modo hasta cierto punto razonable, no especialmente virulento. Era como una especie de piquete “ light “, salvo los incidentes reseñados que no llegaron a mayores; procuró no extralimitarse, posiblemente por la imagen sindical, ya de por sí bastante desacreditada, y presentar una cara digamos que “amable” en esa zona
El trabajo sucio queda reservado a los más “convincentes” desplegados en sitios estratégicos y a los guarros y anti sistema; pero ciertos detalles observados y algunos apuntados, como los de las llamaditas o “ el volveremos ” dan que pensar. Hay quienes son maestros del disimulo y la agitación.
Mañana- ya hoy –, nos enteraremos de cómo transcurrió la jornada de la huelga general en España y de la violencia callejera que haya seguido a las manifestaciones de la tarde. ¿ Quién ha ganado ?, nadie; ¿qué se ha ganado ?, nada. Pese a ello, erre que erre, no será la última huelga general. Hasta la próxima y que vaya otro de mirón, con dos horas y media hemos tenido bastante.
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