jueves, 29 de noviembre de 2012

EL FANATISMO

 

Fanático es, según la RAE, el que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas. Entre entre los diversos sinónimos figuran: exaltado, intolerante, intransigente, extremista, terrorista…, y entre los antónimos: ponderado, ecuánime, equilibrado.

El fanático lleva sus convicciones a férreas posturas intelectuales, irreductibles por el razonamiento sensato en contra, trata de imponerlas a los demás y menosprecia a quien no las comparte, adquiriendo especial peligrosidad cuando utiliza la violencia para hacer valer su criterio. Su máxima expresión de virulencia destructora se manifiesta de diferentes formas, desde el genocidio por razones étnicas, religiosas o políticas, al terrorismo y a los distintos modos de discriminatoria exclusión del que no se pliega a su pensar y proceder.

El fanatismo no es una tara con la que se nace, sino que va arraigando en la persona por la influencia del entorno, por estímulos externos, penetrando más cuando mayores sean las circunstancias ambientales, relacionales y socioculturales que favorezcan el desarrollo de la semilla sembrada en manipulable campo propicio. Sin ser congénito, hay personas y colectivos vulnerables y predispuestos a dejarse llevar por el ciego fanatismo.

Sólo haciendo desaparecer los condicionantes que lo estimulan, unido a una buena enseñanza que lleve a discernir la verdad de lo falso, a pensar por uno mismo, que promueva valores positivos, el dar un sentido trascendente a la vida, que inculque el respeto a los demás y fomente la ejemplaridad, puede ayudar a que el obtuso fanatismo, en sus variadas manifestaciones, no prenda en el hombre y su lugar lo ocupen la ponderación, la ecuanimidad y el equilibrio; en definitiva, el recto juicio.

El relativismo laicista, revestido de falsa tolerancia y vendido como un avance en el progresar humano, es una variante "abierta" del fanatismo. Al propugnar que nada es bueno y malo de por sí, que todo es cuestionable en función del utilitarismo materialista que conducirá a la felicidad, está validando el todo vale. Tal reduccionismo, con el debido adoctrinamiento y puesta en ejecución, justifica lo aberrante y viola derechos intrínsecos a todo ser humano, bajo el disfraz falaz de defenderlos. Dice estar contra todo fanatismo y se regodea en el propio.

Muchas son las dificultades para desterrar el fanatismo y pocos están a salvo de caer en algún aspecto de él, aún temporalmente, sin ser conscientes de ello; pero hay que intentarlo. Tal vez, un haz luminoso aparezca en el camino y haga que se caiga del caballo exaltado quien sobre el que cabalga; cual Saulo.

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