lunes, 10 de diciembre de 2012

EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ

 

Lo deseable: dos Estados, el existente israelí y el aspirado palestino, negociado por ambas partes. La realidad: imposible a día de hoy, por mucho que la ONU haya reconocido y admitido en dicha Organización el Estado palestino, como Estado observador no miembro. Del reconocimiento de la Autoridad palestina se ha pasado al del Estado, sin que se den los presupuestos para ello. Falta la mínima organización administrativa, territorial, institucional, política,… que permitan definir al pueblo palestino, dividido entre ellos- Al Fatah y Hamas-, como Estado, lo que no obsta a su legítima aspiración a serlo.

Por si faltaba algo, aún no siendo ninguna novedad, persiste entre la mayor parte de los islamistas la intención de hacer desaparecer Israel, que se busque la vida más allá del mar, como, por ejemplo, reiteradamente se dice desde Irán y la reciente proclama en Gaza del líder Político de Hamas, Meshal, llamando a la Guerra Santa contra Israel en la conmemoración de la fundación de la citada organización terrorista, a la que no faltaron representantes palestinos de Cisjordania y de árabes de distintos países.

O sea, que la llamada a la violenta lucha continua para borrar del mapa el actual Estado de Israel, el único democrático de aquella región, desechando cualquier tipo de negociación. Israel no se va a resignar a tales amenazas, a los intentos de expulsión y a iniciar una nueva diáspora. Como no son Hermanitas de la Caridad, seguirán por autodefensa con la La Ley del Talión, lo del ojo por ojo y diente  por diente, y si se ven en peligro extremo aplicarán lo del que pega primero, pega dos veces.

Si se renuncia al diálogo y se reanuda el sonar de las armas, el resultado puede ser imprevisible, catastrófico en aquella región y con consecuencias nada halagüeñas para Occidente. No se reducirá a un enfrentamiento entre dos o más partes, a todos nos salpicará. Podrán no agradar algunos procedimientos expeditivos israelitas contra sus enemigos, la ampliación de sus asentamientos en terreno palestino, la intransigencia de los judíos ultra ortodoxos, causar recelo la influencia hebrea en distintos campos...; pero Israel tiene derecho a defender su Estado que, hoy por hoy, es un muro de contención del integrismo y terrorismo islamistas en aquella parte del Mediterráneo.

Solo el diálogo franco entre Israel y los palestinos unidos, presidido por las ansias de paz y el mutuo reconocimiento, con condiciones y cesiones asequibles para y por ambas partes, permitiría rebajar la tensión y facilitaría la coexistencia de los dos estados en relativa buena vecindad; no olvidándose de los cristianos que allí, en Tierra Santa, disminuyen aceleradamente por el hostil entorno.

Que callen las armas y hablen lo hombres. Que cesen fanatismos y odios para dar paso al estrechar de manos con intercambios de Salam y Shalom. ¿ Utopía ante tantos intentos frustrados?, es muy posible; pero por desearlo que no quede.

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