Ya están llegando los deseos de " Felices Fiestas ", por correspondencia postal o a través de Internet. Los primeros en enviarlos o anunciarlos son las grandes firmas comerciales, como reclamo para el consumo y el cebo de las "fabulosas" oportunidades y ofertas. " Disfrute de unas deliciosas fiestas ahorrando en sus compras", reza la acabada de recibir. Cualquier fecha señalada, algunas artificialmente ( día del padre, de la madre, de los enamorados,...), vale para incentivar la compra innecesaria, el consumismo desaforado.
Va generalizándose tal expresión, incluso en las felicitaciones entre particulares y las institucionales, en detrimento de la " Feliz Navidad" y, subsiguientemente, con lo que ésta representa o debería significar para los que se dicen cristianos. Las comerciales suelen terminar, una vez ojeadas, en el cubo de la basura y respecto a las otras, procede contestarlas o anticiparse con un "Feliz Navidad ", seguido de alguna referencia al Niño-Dios y los bienes que deseamos derrame sobre el felicitado, familia y seres queridos.
A modo de felicitación laica hay quienes reproducen un pensamiento, un extracto poético o escriben personal texto, a menudo acompañados de un dibujo, sin relación con la Navidad. Es un gesto a agradecer por acordarse de uno, pero que el creyente no debería imitar ni dejarse llevar por esa moda que va calando.
A nadie se le puede imponer la fórmula a utilizar para felicitar la celebración navideña; pero quien la "viva" en fervoroso credo, o le guste celebrarla por arraigada tradición cristiana a la que no quiere renunciar, podría prescindir de la insulsa fórmula "Felices Fiestas", de convencional uso políticamente correcto y que no compromete. Sea por firme creencia o por asumida tradición, hay que recuperar y propagar el "Feliz Navidad".
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