martes, 15 de enero de 2013

DERECHO A DECIDIR.

 

El derecho a decidir depende del qué y para qué. Ante una agresión ilegítima se tiene el derecho a la defensa proporcionada para preservar la integridad personal; ante una afrenta contra el honor personal se tiene el derecho de acudir a la Justicia solicitando el resarcimiento y reparación procedentes; si se conculcan los derechos fundamentales cabe el recurso de solicitar amparo al Tribunal Constitucional; y, así, se podría seguir, exponiendo la extensa casuística que facultan a ejercer un determinado derecho.

Pero da la casualidad que no se tiene derecho a todo le que a uno le plazca. No nos gusta pagar impuestos, pero hay que hacerlo; no nos cae bien el vecino, pero no tenemos derecho a liarnos a mamporros con él; queremos tener dinero, mas ningún derecho ampara el robo; y dejamos más ejemplos porque la lista sería más larga de lo que apetecería comprar en las rebajas post navideñas, sin poder hacerlo porque en la cartera solo queda la estampa de Santa Rita, abogada de lo imposible.

Lo anterior viene a cuento del derecho a decidir esgrimido por los separatistas, concretamente los empecinados de Cataluña, que son los que, de momento, andan más emperrados. Los vascos están a verlas venir. Pero no es un asunto que competa a unos cuantos o a muchos de una parte del territorio nacional, sino que tendrían que ser consultados todos los españoles y cumplirse las demás formalidades que prevé la Constitución.

La unidad de España antecede en siglos a la llamada Carta Magna, como fruto del esforzado empeño colectivo de afirmar nuestra identidad y razón de ser en el mundo. Es un tesoro, trasmitido de generación en generación, que no puede ser dilapidado por advenedizos aventureros, ni consentirse que se haga. Los hombres pasan, las leyes pueden cambiar, pero España no debe fragmentarse. Quienes no crean en ello, que se busquen la vida de otro modo; pero que no sigan chupando de las ubres de esa gran dama.

Los secesionistas tienen derecho a invocar a Santas Rita, pero no obligarla a que milagree. Hay imposibles que escapan a su intercesión, por mucho que se aferren a la estampita. Que busquen entre brujos, los hay que venden pócimas alucinógenas; pero ¡ cuidado ! con la  galerina “soberanensis" y el cortinarius “ fedelaristis”, son hongos traicioneramente venenosos.

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