La violencia machista contra la mujer- que ya fue objeto de un artículo en este blog el 28-7-2011-, no para. En los últimos días han habido varios casos, repartidos por la geografía nacional, con resultado de muerte o graves lesiones, y subsiguientes declaraciones institucionales de condena que a poco o a nada conducen, como tampoco los sucesivos agravamientos de las penas para lo autores. No se nota el efecto disuasorio, por lo que se amplían las complementarias medidas protectoras y de prevención a las potenciales víctimas, que no garantizan la seguridad total. Mientras haya una mente criminal, latente o evidenciada, en libertad, siempre existe el riesgo.
Para reducirlo hay que averiguar, primero, las profundas y diversas causas que confluyen en cada agresión y llevan a su desencadenamiento, para, posteriormente, aplicar las adecuadas medidas particulares y las generales derivadas del estudio de todas ellas. No sólo las personales, también las ambientales, educativas y socio-culturales. Estudios se han hecho, voluntad de afrontar tal violencia también; pero no se notan los resultados esperados.
Lo cierto es que la violencia sexista- mucha de ella ejercida por quienes han crecido en democracia y en la defensa de la igualdad- no deja de ser una manifestación más, si bien muy grave, de la violencia y agresividad generalizadas, producto de la falta de resortes morales que ponen al descubierto el desquiciamiento de una sociedad enferma.
No cabe alegar la falacia, como se hace desde ciertos sectores, que siempre se ha producido, incluso más, en el entorno de una sociedad machista, y no trascendía por la vergüenza y el miedo de las mujeres a denunciar y la pasividad de los encargados de perseguirla. Claro que la ha habido, pero no, ni por asomo, con alarmante asiduidad y gravedad de los últimos años. Eran otros tiempos; como diferente era- según la mentalidad de la época- la extendida concepción del rol social de la mujer, prevaleciendo el paternalismo protector del varón hacia la fémina, del que aquel se enorgullecía por convicción y tradición.
El avance de la sociedad es deseable e imparable, pero no a base de ignorar o fomentar el desprecio por el ser humano. Esto sucede cuando se soslayan los principios éticos y las elementales reglas educacionales y de convivencia. Entonces, por mimetismo de lo que nunca debería producirse, salta en los " machos " depredadores y desquiciados la ciega furia instintiva hacia la mujer, por odio, despecho o amor perdido; alimentando la crónica negra de sucesos.