Son frecuentes los casos de personas que han alcanzado puestos de relieve y se han distanciando, después, de aquel que les aupó o promocionó para que lo consiguieran. Se da en los distintos órdenes de la vida, evidenciando con ello una necesidad de convencerse de su valía, del mérito propio como única causa de su ascenso, de reafirmar la condición de nuevo jefe que se las vale por sí sólo sin admitir ni pedir consejos de quien les avaló y, en ocasiones, les precedió en el cargo. Se desprenden de lo que, erróneamente, creen que podría ser considerado como un tutelaje y, en vez de promover puentes de comunicación, levantan muros de aislamiento que pueden llevar, incluso, al deterioro de las relaciones personales, aunque las normas de cortesía se procuren observar por ambas partes en los posibles y esporádicos encuentros públicos.
Esto, que es tan viejo como la vida misma, suele crear mutuos recelos y percibirse por el mentor como inmerecido agravio, dándose pábulo a diferentes interpretaciones normalmente interesadas. Cuando tal cosa ocurre en la esfera política, y por tanto puede afectar al interés general, las indeseadas consecuencias son de mayor enjundia, ya que destacan más las posibles desavenencias y planteamientos diferentes, ante situaciones y problemas concretos sobrevenidos, que las esencias originales compartidas.
En torno a los protagonistas " enfrentados " se forman respectivas camarillas. Ya se vio en la UCD con Suárez, después con Felipe González y Rodríguez Zapatero; ahora se está asistiendo, por motivos diferentes, a la contestación a Rubalcaba por prebostes socialistas, y a la de Rajoy por algunos de sus destacados conmilitones y con el cambio de rumbo que recientemente le ha pedido Aznar respaldado por amplias bases populares.
Y es que siendo malos todos los desencuentros, los políticos-familiares son de difícil digestión porque en ellos se juegan las habichuelas los de las posturas enfrentadas en función del árbol al que se arrimen. De los ex presidentes, sólo González y Aznar, por su experiencia y desde ópticas diferentes, inspiran confianza en las respectivas bases socialistas y populares; pero parece que no sintonizan en lo personal. Zapatero sigue discreto en su dorado retiro y no se le añora. El presidente Rajoy está casi a mitad de su mandato y no despierta demasiados entusiasmos. Así está el patio, con división de opiniones, desencuentros e invadido por la preocupación.
Aznar, desde su autoridad moral y ascendencia, ha hablado. Los de siempre y otros van a ir a por él.
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