Cuando se ve al Gobierno criticado por su política económica, por otras medidas que no se aplican o van a paso de tortuga, por aquellas que, ejecutándose, no dan el pronto resultado esperado y, al mismo tiempo, se le torpedea desde la izquierda cuando proyecta cambios factibles de amplia demanda social, como pueden ser los relativos a las leyes del aborto y la educación, o se le echa un pulso por sectores nacionalistas cuando pretende mantener la cohesión de la Nación y garantizar el derecho a la enseñanza del idioma común, llamado español o castellano, levantas el pie del acelerador y piensas que no puede ser ni es creíble que esté haciendo mal tantas cosas como las que se le atribuyen, o que se equivoque en otras cuantas.
En un acto de buena voluntad y generosa comprensión tratas de ponerte en la piel de Rajoy, hombre moderado, prudente, de larga experiencia política y como gobernante, e intuyes que algo no cuadra. Nadie tira piedras sobre su propio tejado por propia voluntad, y él lo está haciendo contra el techo de su electorado y partido, con mengua de la intención de voto según las encuestas.
Soslayando gran parte de los contenidos del programa electoral de su partido, el PP, como él mismo ha reconocido, ha tenido que descender a la realidad- la herencia socialista de Zapatero que nos dejó a la intemperie en cueros- , establecer prioridades, ejecutar durísimas medidas que nos lleven a levantar cabeza, y plegarse a las exigencias de los que mandan en Bruselas.
Si a esto se añade que la izquierda, por su carga genética-ideológica, siempre ha querido tener la exclusiva credencial para gobernar y la creída patente de su superior verdad, negándoselas a los demás- de forma fóbica a la derecha -, y, por otra parte, tenemos el desmadre autonómico, con cada reyezuelo tirando para su feudo, se podría entender la ímproba tarea del Gobierno para intentar sacar a España del cenagal de arenas movedizas en el que está hundida.
Los atrapados en el traicionero fango desesperan; algunos de los que deberían comprometerse en el salvamento, en vez de echar una mano, andan permanentemente llamando a rebato con tal de armarla en la calle, y otros pugnan por quitarle la cuerda al capataz, que es el responsable de dirigir la operación.
Hace falta tesón, pericia y tiempo para acabar con el desespero. El capataz es perseverante y paciente, la destreza se le supone por su experiencia, pero el cronómetro corre que se las vuela. Al final, los hechos y resultados dirán y mucho decidirán.
Rajoy dijo : " no hago lo que prometí, sino lo que debo" para salir de la pésima situación económica que se encontró. Eso es mucha sinceridad por parte de un político.
ResponderEliminarPues a mi ya no me vale lo de la herencia politica. Aznar encontro deficit y dejo superavit. Ya parecen excusas de mal pagador. Algun mitivo tendra, pero lo de la herencia, nos empieza tornar en "rancio"
ResponderEliminarYa se vera....