lunes, 6 de mayo de 2013

LA “ CORRALA ”

 

Los patios de luces son sombríamente tristes con sus puertas y ventanas veladas por persianas echadas y cortinas corridas. Ninguna señal delata que tras ellas hay vida, salvo la ropa tendida y algunos maceteros con cuidadas plantas, como elemental precaución para preservar la intimidad y no ser escudriñados desde los pisos de enfrente.

Y es que hoy el vecindario de las grandes urbes es más retraído, por lo general se desconoce o se ignora; sin embargo, ya sea en ciudad o pequeño pueblo, se está indefenso ante el ojo avizor de esas nuevas tecnologías que escrutan, registran, cruzan y almacenan datos, detalles y usos de la privacidad personal. Intromisión asumida y aceptada por el usuario- que muchas veces no tiene otro remedio-, cuando utiliza las crecientes facilidades, en ocasiones imposiciones, que demanda la modernidad.

Es el precio a pagar en aras del progreso: la nueva y deshumanizada “corrala”- en la que unos pocos miran a resguardo y los demás somos vistos-, tan distinta de las entrañables, costumbristas y bulliciosas corralas - sin licencia para el secreto ni preocupación por mantenerlo-, que alcanzaron su apogeo en el Madrid del siglo XIX.

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