No le ha sentado bien al matón Maduro, Presidente de Venezuela, el caballeroso y desprendido ofrecimiento que hizo el ministro español de Asuntos Exteriores, García Margallo, en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, de que "España está siempre dispuesta a aproximar posiciones en cualquier región del mundo, y esa posibilidad es mayor en países con los que tenemos lazos tan importantes, como los iberoamericanos, y Venezuela" y "Estaremos absolutamente encantados de hacer algo, lo que se nos pida, se nos demande, para garantizar una Venezuela en paz, prosperidad y estabilidad."
Como respuesta, soltó Maduro el rebuzno y la coz a la vez en el teatro Junín de Caracas, diciendo furiosas perlas como : " Canciller español, saque sus narices de Venezuela; canciller español, fuera de aquí; canciller español, impertinente,..."; sin que haya habido la merecida réplica pública por parte del Gobierno español, que ha guardado las formas con prudente silencio, para no entrar al trapo de quien, en vez de noble toro, embiste sin orden ni concierto como un rinoceronte despavorido.
Acertada ha sido la no respuesta del Gobierno de España. El incivilizado Maduro se descalifica por sí mismo con sus bravuconadas barriobajeras. Lo malo es que Maduro, que está más verde que una lechuga en las artes y usos diplomáticos y de buen gobierno, se ha convertido y revestido como Presidente de Venezuela, y la imagen que transmite, avalada con hechos, no deja en buen lugar a ese país. No se lo merecen éste ni los venezolanos en su conjunto; incluso los que le jalean sufrirán las afiladas púas de tal peine si dejan de hacerlo.
En todo caso, es cuestión de los venezolanos el seguir soportando al vaina o cambiar el punzante peine.
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