¿ Es tan difícil que los dirigentes de los diversos partidos políticos, que dicen todos buscar el bienestar general de los españoles, se pongan de acuerdo para conseguirlo? Pues sí, y es que tienen diferentes formas de concebir cómo lograrlo, según la ideología que profesan. Lo propio sucede en otros países democráticos de nuestro entorno, pero en la mayoría de ellos hay consenso sobre los asuntos esenciales del Estado, aunque cada partido aspire a gobernar o entrar en las respectivas Instituciones.
Aquí, aparte del problema secesionista, ha surgido con empuje ascendente PODEMOS, al que algunas encuestas señalan como la formación más votada si hubiera elecciones ahora. Hay coincidencia entre los analistas que esto obedece al descontento hacia los partidos clásicos, y sería un voto más de castigo y rechazo a éstos por haberles defraudado, más que por creer en la fiabilidad y viabilidad de las propuestas de la formación liderada por Pablo Iglesias.
Lo que pretenden los dirigentes de PODEMOS es aglutinar en torno a ellos a las personas descontentas y hacerse con el poder para dinamitar los cimientos del Estado y crear uno nuevo a su medida. Como las hemerotecas testimonian sus intenciones y las han sacado a relucir, procuran rebajar los extremismos ultraizquierdistas iniciales, matizándolos a conveniencia y a plazos, sin renunciar a sus pregonados propósitos para seguir captando más simpatizantes y que no se produzcan desafecciones.
De las restantes formaciones políticas, principalmente del PP y PSOE, depende el que PODEMOS no alcance la gobernabilidad de la Nación. Tienen que discrepar en lo accesorio y deberían de coincidir en lo esencial, con altura de miras en la visión y defensa del Estado. De momento, cara a la galería, demasiados desencuentros se dan a diario; otra cosa es lo que pueda suceder en un próximo futuro.
Al final, en el momento de la verdad, el pueblo se pronunciará en las urnas. Que no se tenga que arrepentir cuando ya sea tarde.
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