miércoles, 26 de noviembre de 2014

LIGEREZA AL JUZGAR Y OPINAR.

 

Los entresijos de muchos acontecimientos, pasados y presentes, los conocen quienes participaron directamente en ellos y los que por determinadas razones llegan a saberlos. Aun así, hay aspectos que a veces escapan a su aprehensión global por cuestiones del azar o por una visión parcial o interesada de los mismos.

La opinión de parte del resto, afirmativa o contradictoria, se forma en base a lo que se dice, se escucha o se lee, y a la personal predisposición para creer determinadas versiones o suposiciones respecto a otras. Los más cautelosos suelen guardar prudente reserva, salvo evidencias contrastadas con fiabilidad y debidamente explicadas.

Las reglas por las que se rige el sentido común, avaladas por el conocimiento de ciertos comportamientos humanos, y la experiencia de los diversos usos en determinados ámbitos sociales públicos y privados, permiten rechazar o poner en tela de juicio, en todo o en parte, lo que se presenta como incuestionable.

Es habitual que se hagan juicios temerarios sin fundamentos que los sustenten, corriendo de boca en boca los chismes y rumores. Tal propagación adquiere tintes preocupantes cuando su difusión, a menudo anónima, se realiza a través de las tecnologías informáticas en cualquiera de sus variadas aplicaciones.

Los sucesos, importantes o intrascendentes para el interés general, los protagonizan las personas, y cada una de éstas guarda en su interior una parte insondable de su personalidad y motivaciones. Según la forma en que son presentadas e interpretadas, las convertimos en anodinos, heroicos o villanos, lo que repercute de un modo u otro en la calificación de los hechos que protagonizan o en los que intervienen.

Por lo general juzgamos y opinamos con cierta ligereza, soslayando la posibilidad de la duda y sin dejar espacio a la ecuanimidad, e incluso a la comprensión y la piedad. Inconscientemente o a propósito, a veces se producen gestos de crueldad respecto a los sucesos y seres que ponemos bajo la lupa del escrutinio inquisitorial. Ha ocurrido en la Historia y sucede actualmente en todo el orbe como una faceta más del signo de los tiempos y de la condición humana.

El distinguir lo cierto de lo probable y lo falso sigue siendo la asignatura pendiente, que por lo general no llegamos a aprender y aprobar. Pocos llegan a superar el examen.

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