Ya han pasado las festividades de " Todos los Santos" y la conmemoración del "Día de los difuntos- 1 y 2 de Noviembre respectivamente-, y también el "Halloween" de tradición anglosajona, que ha quedado implantado aquí como una marca de coca cola adulterada. Dado que en España, por lo regular, "nos pasamos o no llegamos" en tantas cosas, se ha llegado a tal extremo con el dichoso " Haloween" que, de hecho, se ha convertido por gran parte de sus protagonistas en un horroroso carnaval de disfraces y fiestas de pésimo gusto: pagana banalización y caricatura burlesca de la muerte, que implícitamente y en demasiadas ocasiones por ignorancia- dada la progresiva descristianización- es una falta de respeto a los fallecidos y, por supuesto, al significado religioso de tales celebraciones.
Estas llamadas a la diversión nocturna, con múltiples ofertas publicitadas y de "emociones fuertes", sólo persiguen el beneficio económico y van, un año tras otro en aumento, calando entre la juventud preferentemente y en bastantes mayorcitos para participar en dichas payasadas.
En contraposición a ello, las visitas a los cementerios y a los oficios religiosos, para depositar flores en las tumbas de los seres queridos y rezar por ellos, siguen contándose en elevadísimo número. Este es el ejemplo y la piadosa tradición que debería ser inculcada desde la infancia, para desterrar o minimizar los excesos de un " Haloween" que nos fue ajeno hasta que, poco a poco, se introdujo como novedad comercial con el pretexto de incitar a la diversión una noche más, desplazando a las inocentes y genuinas de antaño.
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