La policía catalana abatió ayer a Younes Abouyyaaqoub, después de ser localizado en Subirats. El aviso de una mujer, que lo avistó y reconoció, facilitó la localización del terrorista autor de la masacre en la Rambla barcelonesa. Se ha confirmado también que parte de los restos humanos hallados en el chalet de Alcanar, derrumbado por una explosión cuando se manejaba material explosivo, se corresponden con los del imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, a quien se le atribuye la captación del grupo yihadista que actuó mortíferamente en Barcelona y Cambrils. A la evidente eficacia policial catalana no hay que regatearle méritos. Seguirán las investigaciones, y contarán con la colaboración de los servicios policiales y de inteligencia estatales para esclarecer otras posibles ramificaciones y complicidades.
No obstante, resulta un tanto desconcertante que el grupo desarticulado no hubiera sido detectado a tiempo, así como que no llamara la atención lo que se tramaba en el chalet ocupado de Alcanar, teniendo en cuenta los inusuales movimientos, visitas y pelajes que acudían al mismo. El simple e innato olfato policial lleva a la observación de lo que, en principio, resulta extraño o sospechoso. Muchas veces ese instinto ha desencadenado investigaciones complejas, aunque, en lo referido a Alcanar, tal vez hayan podido influir razones políticas para que no se husmease allí. Es revelador que el Alcalde de dicha localidad sea de ERC, y ya se sabe de qué pie cojea esa formación independentista, además del secesionismo, respecto al fenómeno “ okupa “.
Con todo, aplausos por la batalla ganada. La guerra desatada por los yihadistas continuará.
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