Un escándalo tapa el anterior, pretendiéndose
distraer la atención sobre el producido el día de antes. Cuando se dan de
continuo sólo suele quedar en la memoria del común el más reciente y repulsivo,
actuando la mente como un filtro selectivo para acordarnos del de hoy y olvidar
el de ayer. No obstante, todos quedan guardados en el subconsciente, saliendo de
él cuando determinadas circunstancias lo liberan de su encierro. Sería un
malvivir el martilleo constante de todos ellos.
Pero políticamente se escarba entre las
inmundicias, para utilizar los escándalos- sean de corrupción en los partidos,
transfuguismo, nepotismo y un largo etcétera- como piedras arrojadizas contra el
adversario, haciendo éste lo propio, en un juego de pim- pam- pum. Salvo en la gente más politizada, el resto desconfía y se
vuelve escéptica, no sabiendo a qué carta quedarse, centrándose en sus propios
problemas y ver el modo de intentar resolverlos. Lo que no obsta, si la ocasión
se le presenta, para arrimarse al árbol que le cobije con su sombra. Lo que pasa
es que no hay bastante sombra para todos, ya que ha sido repartida entre los
afectos y amiguetes más dóciles. Con todo, hay gente que tiene su propio árbol,
prefiriendo quedarse al sol y no guarecerse a la sombra.
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