martes, 24 de noviembre de 2020

LAS COLAS DEL HAMBRE

 Las “ colas del hambre “ deberían movernos a colaborar más con las organizaciones dedicadas a facilitar alimentos a los que no tienen recursos para obtenerlos. Si nos acercáramos a verlas, observaríamos en directo ese drama humano, que nos empujaría a ser más solidarios con los que pasan hambre. Se hacen campañas para atender tales necesidades básicas y perentorias, respondiéndose con generosidad. Pero nos tenemos que preguntar si la ayuda que hacemos es suficiente, permanente u ocasional. La respuesta sería muy probablemente que nos quedamos cortos, sobre todo por parte de los que andamos con cierta holgura, cada vez menor por la crisis imperante, y por los afectados en mayor número por las sobrevenidas estrecheces económicas a causa de la citada crisis.

 
Si hacemos cuenta de nuestros gastos superfluos y reparamos en la indigencia de otras personas, podríamos reducir aquéllos y destinar todo o parte del sobrante a remediar las penurias extremas de estos desdichados seres humanos. Ciertas privaciones no nos causarían un trastorno apreciable, sino que, además de hacernos más solidarios y caritativos, nos reconfortarían y enriquecerían anímicamente. Las “ colas del hambre “ son un aldabonazo a nuestras conciencias. ¿ Qué desearíamos si formásemos parte de ellas ? Salir de sus filas y disponer de ingresos que nos permitieran ser autosuficientes, asumiendo que no es deshonroso vivir con una austera dignidad.

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