La llamada “ Ley Celaá “ va viento en popa,
repartiendo estopa a trote y moche.
Lo mejor de cada casa son sus remeros.
Para navegar ligeros, arrojan al sumidero
el bilingüismo y la enseñanza
concertada,
metiendo sus narices en la docencia
privada.
¡ Adiós, padres, a la libertad de elección
!
Planean el aprobado general, igualando el esfuerzo
y la vagancia, siendo freno para el estímulo
repartir a todos la misma sopa.
Guste o no guste, come del plato,
y si no, hambre para rato.
Con sus repletas faltriqueras,
estos mandamases del copón
hacen lo que les viene en gana,
son semillero de ignorancia y
división.
¡ Tierra a la vista ! grita el
grumete.
¡ Hurra ! exclama la tripulación.
Raudos y exultantes salen de sus
camarotes
la oficialidad y el capitán de la
embarcación.
¡Todos se felicitan ! Ignorantes o
conocedores
que la carta de navegación marcaba
la orilla de las arenas movedizas:
las que engullen la herencia del
conocimiento,
el saber presente y futuro.
¡ Páramo intelectual y desolación !
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