Hoy, Día de Todos los Santos, es una fiesta de 
júbilo. Se celebra y homenajea la memoria de los que están en el Cielo después 
de morir, fueran elevados o no a los altares. 
Pero también hay santos en vida, 
que caminan por ella como si su pisar fuera entre algodones. Reprimen sus 
angustias y pesares, son humildes, asumen con mansedumbre lo que el destino les 
depara, infunden paz, regalan amor y fraternidad a los demás, transmitiendo 
alegría y templanza serena en su círculo de relaciones sociales. Obran sus 
milagros en quienes imitan el ejemplo que dan. Producen una sana envidia tanto 
ellos como los que siguen la senda de la santificación. 
Todos estamos llamados a 
la santidad, aunque el fragor de la vida y el apego a lo terrenal lo 
obstaculizan en demasiadas ocasiones. Pero no olvidemos que si grande fue el 
pecado, mayor es la piedad divina. ¡ Que un día compartamos todos las mieles 
celestiales !
Mañana será el Día de los Difuntos. Conmemoración 
triste y nostálgica por los que murieron. Fecha especial para, además de poner 
flores en sus tumbas, rezar por ellos y pedirles que sean nuestros intercesores 
ante Dios. Este año, a causa de la pandemia, será más pesaroso el recuerdo de 
los seres queridos que se fueron, a los que no se les pudo dar el último beso, 
acariciar sus caras y manos y decirles lo mucho que se les quiso. El Covid-19 
sigue segando vidas y dejando cicatrices hondas en los corazones. ¡ Señor, ten 
piedad y aleja de nosotros todo mal !  
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