Ya se sabe la diligencia que pone la Agencia
Tributaria para esquilmar los bolsillos de los contribuyentes, preferentemente
con los que procuran cumplir sus obligaciones tributarias. Al menor error o
fallo involuntarios, ¡ castañazo que te da !, sin que te conceda la presunción
de inocencia y la inexistencia de mala fe. Esto contrasta con la pasividad y
negligencia que mantiene respecto a los cientos de miles de personas, que tienen
teóricamente unos ingresos laborales justitos o reciben el paro,
incrementándolos fraudulentamente con trabajos “ extra “ cobrados en “ negro “,
más diversas subvenciones inmerecidas, saliéndoles negativa la declaración de la
renta, si es que la hacen. Todos conocemos casos como éstos a montones, pero
Hacienda no se entera o no quiere conocerlos. Su consiga parece ir dirigida
sobre las personas de notoriedad y fama pública, de las que pretenden sacar un
buen pellizco y sirvan a la vez de escarmiento y ejemplaridad, lo que parece
adecuado si se trata de defraudadores fiscales. Pero lo habitual es ir a la caza
del facilón contribuyente honesto.
La cuestión es hacer la “ vista gorda “, por
razones de clientelismo político gubernamental, hacia esa “ pobre gente “ que,
entre pitos y flautas, llegan al final del mes con unos ingresos suculentos e
inalcanzables para otros profesionales, que desempeñan su labor con loable
dedicación y sin escaquearse ante Hacienda. Todos los trabajos son dignos y
necesarios; pero también es obligado contribuir a las arcas públicas sin “
trampas ni cartón “. Andamos sobrados de pícaros y aprovechados que tienen a
gala engañar al Fisco y chupar de las ubres del Estado.
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