Hace tiempo que España ya no es la que fue. No hay que buscarle enemigos externos, los tenemos dentro, entre nosotros. Muchos, por ignorancia, permisividad, ineptitud o malevolencia, la han sometido a una cirugía estética horripilante, contribuyendo a destruir nuestra cultura y los valores patrios y humanísticos, que fueron nuestra esencia y razón de ser. Hasta el castellano está desterrado de la enseñanza pública en determinadas regiones, con flagrante desafío a la legalidad.Las voces y plumas que denuncian las felonías perpetradas son tildadas de retrógradas y “ fachas “, poniéndolas obstáculos para que aparezcan en ciertos medios o que se manifiesten públicamente en contra de tales desaguisados, inconcebibles y traicioneros, por mor de la “ corrección política “ en boga y la sectaria “ memoria democrática”.La posible solución a dichos males podría ser la reacción popular, especialmente la de la juventud. Pero ésta, más preocupada por las incertidumbres materiales del presente y el negro futuro, tiene otras prioridades. No hace falta poner ejemplos del deterioro galopante, ya que son sabidos, al igual que la poca resistencia ante el mismo. Echándole optimismo, cabría esperar que los dirigentes actuales de la Nación, y de algunas autonomías, fueran apeados democráticamente del poder, y sustituidos por otros que “ le dieran vuelta a la tortilla “ del proceso decadente y suicida. Sólo el hartazgo de la gente puede librarnos del mal que arrastramos, y que triunfen la decencia, la libertad, la recta Justicia y la verdad. Sin éstas, somos marionetas, movidas a su antojo por manos y mentes torticeras.El eco de la canción “ Suspiros de España “ nos retrotrae a antiguos tiempos y recuerdos.
En resumen, y por desgracia, Expaña.
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