La tragedia y el horror
desencadenados por la Dana
van para largo.
Con la vuelta a la normalidad,
cuando se produzca,
no desaparecerán por encanto
los desequilibrios emocionales
ni los trastornos psíquicos,
que ya han brotado y en aumento
seguirán
Hacen mella en la salud mental
de los directamente afectados por la
Dana,
su entorno cercano, en los
esforzados,
profesionales o voluntarios,
que se han manchado con el barro,
y en gran parte de los que, desde
la distancia, han seguido los
acontecimientos.
En las grandes y extensas
catástrofes,
el mando único es imprescindible.
“El sacudirse el muerto de encima “
y entrar en disquisiciones
competenciales,
cuando la hecatombe perdura,
retarda activar las eficaces medidas
apropiadas,
agravando la ansiedad, la desesperanza,
la impotencia y la crispación.
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