El lodo político desespera
y confunde a la población.
¿ De dónde salió tanto incompetente,
que no da la talla, para
mantenerse en las altas cumbres,
cuando “ vienen mal dadas “ ?
Amarrados al sillón, les espanta la
dimisión.
El pueblo, impotente e indignado,
desengañado de sus “ colores “
preferidos,
y por la nulidad de los votados y
elegidos,
reparte estopa a discreción, se
plantan
ante sus narices y les dicen a la
cara
“ las verdades del barquero “.
Pese a que no hay que meter a todos
en el mismo saco, pues hay
excepciones,
se da caña a los faltos de esmero en su
función,
y que, contracorriente, no son buenos
remeros.
El último detonante fue a causa de la
Dana,
la negligencia criminal habida y determinadas
faltas de empatía con los afectados por la
riada.
Para recuperar la pérdida de votos,
cuentan, por si cuelan, “ milongas
“.
En la balanza pesa más el plato de la eficiencia
y la verdad que el del escaqueo y la
insidia.
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