Hagamos el bien que se pueda y de nosotros
dependa, en
desinteresada entrega,
sin esperar reciprocidad ni recompensa.
Pagado sobradamente se está
con la satisfacción íntima y la paz
interior,
que surgen por la humanitaria
acción.
Ayudar al desvalido y al necesitado,
son obras benéficas de caridad.
Pero conviene discernir si el personal
desprendimiento sirve para el bien
o sufraga las adiciones y vicios
del que se pretende favorecer o
auxiliar.
En caso de duda, echar una mano, no está
mal;
prevaleciendo la buena intención del
dador
sobre la posible vida descarriada
o la torpe intención del receptor.
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