Conocido es el chiste o sucedido, pues a veces la realidad supera la ficción, del soldado que, por turnos, permanecía de pie junto a un banco del jardín de una instalación militar. Pasaban los días, semanas, meses,…y siempre, junto al banco, un soldado erguido. Llegó un nuevo mando quien extrañado al observar una y otra vez al soldado, allí en posición de firmes, le preguntó cual era su cometido, obteniendo por respuesta que mucho tiempo atrás se pintó el banco y para que nadie se manchara, al arrimarse o sentarse, se ordenó que un soldado estuviera junto a él para advertir al personal. Desde entonces nadie se había preocupado de anular la orden que figuraba en los partes de servicio diarios y continuaba prestándose cual escolta de un descolorido banco que fue pintado en una sola ocasión olvidada en el tiempo.
De tal chiste o sucedido dicen que surgió el dicho “el banco de la mili”, referido a cuando por rutina y sin necesidad se mantiene o ejerce determinada actividad que en un momento pudo tener sentido, y nos ha venido a la memoria con motivo de dos recientes noticias relacionadas con el servicio de escolta policial, sea estatal, autonómica o local.
Una, referida al mal uso, esperpéntico y rayano en afrenta, protagonizado por el ex Juez Garzón al hacer que su escolta se desplazara en autobús mientras él lo hacia en su vehículo particular, a un determinado lugar de destino, o le llevara la maleta. No vale la pena insistir sobre este personaje y su enfermizo afán de notoriedad. Ahora va de víctima y bien que explota el cuento. ¡Ay! si hablaran la cohorte de escoltas que en su apogeo le custodiaban, las paredes de los más exquisitos restaurantes, los que pagaban las buenas viandas y excelentes vinos.
La segunda es a cuento de haber acudido el Alcalde de Vigo a la manifestación del 1º de Mayo (festivo) en vehículo oficial y con su escolta. No tratándose de un acto oficial ni institucional, lo normal es que, si quiso sumarse a la misma, se hubiera desplazado por su cuenta; no le hacía falta escolta, bien guardado estaba por la compañera tropa sindicalista convocante del acto.
El caso primero, el de Garzón, va unido a su particular megalomanía y el “rebote” de no sentirse reconocido como él cree que se merece, al reducirle el número de escoltas y el coche blindado. El del Alcalde de Vigo, el socialista Abel Caballero, está muy generalizado mires por donde mires.
Aún siguen sobrando muchas escoltas oficiales sin sentido y el mal uso que, con más frecuencia de la deseable, de ellas se hace cual si fueran siervos.. Hay demasiados cargos, carguillos o aspirantes a serlo, que sin tener un riesgo diferente al común, siguen con su escolta y coche oficial; deben sentirse más importantes y lo único que consiguen, además de "taxi" y mayordomo gratis, es delatarse en público al ir acompañados por un mozo con gafas de sol aunque esté nublado y, en ocasiones, con riñonera a la cintura o bandolera al hombro según las diversas circunstancias aconseje el modo de vestir.
Está visto que sigue el soldado custodiando el banco de la mili, por reseco que esté.
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