LA CARETA

 

En los periodos de bonanza, mientras se funcionaba medianamente bien y sin más preocupaciones por el futuro que las lógicas, se miraba para otro lado y era infrecuente el reproche público hacia las castas que proporcionaban bienestar, aún sabiendo o presumiendo que se estaban “forrando”; tal vez por aquello de “dame pan y llámame tonto” o por el “ande yo caliente y ríase la gente”. Pero  con la maldad perpetrada en los últimos años, el pan no llega ni a duro mendrugo y el pueblo está notando que la realidad no es una mala pesadilla.

No es ajeno al desencanto la pérdida de valores y del sentido de trascendencia. Donde estos faltan surge la idolatría por lo material, el enriquecimiento desaforado sin reparar en medios, la continua oferta de nuevas necesidades que con frecuencia pueden ser percibidas como imprescindibles, el olvido de la cultura del esfuerzo y del sacrificio, etc. En suma, una subversión de valores que mutan lo esencial por lo efímero. Podemos estar en la repetición de un nuevo ciclo de la historia, en los que tantos ídolos de barro se han caído por haber abandonado lo decisivo: el concepto del ser humano en su integridad como portador de valores y titular de derechos inalienables que nadie debería conculcar.

¿Cómo y por quiénes ha sido diseñado este nuevo plan, tal orden-desorden mundial en su provecho? Peliaguda cuestión a descifrar por los doctos en la cuestión.  Se está dando motivos para pensar que los diversos poderes, que rigen o influyen en nuestro destino, son simples peones de aquellos fantasmagóricos entes, aunque algunos no lleguen a sospecharlo y piensen que su privilegiado status se debe a la expresión de la voluntad popular tan fácil de manipular.

Cualquiera que fuera la respuesta no es deseable que estalle la ira del pueblo( “ las cosas se sabe como empiezan, pero no como acaban” ), por lo que recomendamos paciencia , serenidad, no desesperar y dar tiempo al tiempo. El futuro y lo que procediese, ya se verá. De momento no estaría demás que cada uno, a nivel personal, nos preguntásemos qué esta pasando y porqué. Tal vez no tengamos respuestas, pero no pueden robarnos el derecho a reflexionar. No cabe actuar a tontas y locas cuando se desconoce quiénes ocultan el rostro tras la careta.