Vaya par de bemoles que tiene la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. No se arredra ante anda ni ante nadie en la defensa y puesta en práctica de sus convicciones liberales y compromiso con la verdad. La elegancia dialéctica va pareja a exquisitos modales y la misericordiosa sonrisa hacia el inferior contrincante político que le toque en turno. Su superioridad cultural y dilatada experiencia de gobierno, la convierten en maestra de la esgrima política.
Cautiva a sus devotos porque dice lo que piensa, de modo directo y sencillo, en palabras comprensibles, sin recurrir a la manida ambigüedad ni a la ampulosa retórica. No tiene complejos por sus principios y convicciones, los proclama sin tapujos a la menor ocasión. Nos parece una auténtica mujer de Estado, envidiada por los mediocres, temida por el adversario y admirada por prácticamente toda la base “pepera” española y por muchos ajenos a la misma.
La lealtad a su partido y a Rajoy, Presidente del mismo, no obsta para discrepar pública y privadamente en lo que no estima conveniente para el bien de España y el común de los españoles. Dice lo que muchos piensan y no se atreven a manifestar. Mujeres tan excepcionales sobresalen por su personal valía; alguna más hay, pero ella es el máximo exponente del liderazgo político femenino a día de hoy. Cuando surgen por mérito propio, le echan un arrojo y ejercen unas dotes de mando, improbables de superar por el varón. Si encima, como en ella ocurre, se da el patriotismo del amor a España y su unidad, ya es la repera.
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