EL SENTIR Y EL DECIR

 

De Francisco de Quevedo es el siguiente retruécano que invita a la reflexión: " ¿ No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? " Los transcritos interrogantes que formuló esta gloria de las Letras(1580-1645) valen para cualquier época y, por tanto, para la actual.

El primero es un reconocimiento de la escasa valentía para pronunciarse en libertad, lo problemático que puede resultar la no docilidad permanente. Difícil lo tiene quien quiera actuar conforme a sus convicciones. O se somete al criterio dominante, ya sea grupal o tribal, o se autocensura. La disidencia, aún puntual, ni se olvida ni perdona, y a la postre pasa factura. Dicho esto, el espíritu valiente es siempre digno de admirar.

Del segundo se deduce la frecuencia con que lo que se dice es por compromiso, siguiendo dictados y sin convicción personal, ateniéndose a lo "políticamente correcto"; aunque hay quienes sienten lo que dicen. En el ámbito  del trato social diario es frecuente que, por educación y no ofender, se sea condescendiente con el interlocutor y se procure expresarse sin dar rienda suelta a lo que se siente.

El tercer interrogante nos lleva a alejarnos del absoluto "nunca". Por el contrario, con las salvedades del trato social antes referidas, lo conveniente y deseable es expresarse conforme a lo que se siente, de acuerdo a los principios y convicciones que se tengan, siempre que se guarden las formas, no se ofenda gratuitamente ni se infrinja la Ley.

Para concretar opinamos que no es de recibo que se descalifique a quien, por convicción, educada y legalmente, dice lo que siente. Así lo hizo Esperanza Aguirre, con valiente espíritu de españolidad, al pronunciarse en contra de la ultrajante y provocadora acción que pretenden realizar hoy los separatistas con motivo de la final de la Copa del Rey entre el Athletic de Bilbao y el Barcelona.

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