domingo, 14 de abril de 2013

EL TREN DE LA III REPÚBLICA.

 

El tren salió de vía muerta para reemprender nueva marcha. Los fogoneros no cesan de echar carbón al oxidado horno de la máquina para que llegue a la estación de destino: la III república. Es un tren sin revisor al que, en dispar mezcolanza, van subiendo viajeros de distinto pelaje que vocean las consabidas monsergas; algunos llevan la hoz en la faja, otros la estrella carmesí en la frente,...; variopinta representación de " lo mejorcito de cada casa ". El tren alerta de su paso con chirriantes silbidos, ondea en cabecera la bandera tricolor.

El bullicio dentro del tren esconde que está más de medio vacio, con muchísimos asientos por ocupar. Unos, tal vez los menos, se resisten a subir en él por firmes convicciones monárquicas, y la mayoría- incluidos sensatos y no menos convencidos republicanos- porque han comprobado que el reinado de Juan Carlos, con sus luces y sombras, ha sido de gran utilidad para la convivencia, y esperan que cuando le suceda su hijo, el Príncipe Felipe, actúe con acierto, ejemplar responsabilidad y garantice la unidad de España.

En anteriores andaduras dos veces llegó a destino el tren de la república, siendo nefastos los resultados por el sectarismo que las alimentó, los ridículos brotes cantonalistas de la I, las ínfulas separatistas y los demonios del enfrentamiento que avivaron; lo que también explica las prudentes reticencias a montarse en él pese a las proclamas que no cesan. Si a esto se le añade quiénes son los actuales maquinistas y la ralea de sus ocupantes, es para no acercarse ni al andén.

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