Del pedir Justicia y que se aplique, a los acosos y vejaciones que con frecuencia se producen en las puertas de los juzgados y tribunales, cuando en ellos entran o de los mismos salen ciertos imputados, procesados o condenados que los sufren, va un trecho: el que separa la noble aspiración a la Justicia, de la venganza o el gratuito escarnio.
Esta práctica, que viene aceptándose como normal, debe ser rechazada, sin importar contra quién se dirija. Con ella se ponen de manifiesto los bajos instintos que subyacen en el ser humano. Son los jueces los encargados de dirimir las presuntas o posibles responsabilidades por actos susceptibles de reproche penal, y todos esos lamentables espectáculos están demás.
De Concepción Arenal es la máxima " Odia el delito y compadece el delincuente ", y queda reservado a la conciencia de cada cual el detestar el delito y el apiadarse de quien lo ha cometido o, tal vez, podido cometer.
El compadecerse no implica desear la impunidad, sería más bien el no recrearse en el "mal" que aflige al otro, en el castigo que se le ha impuesto y padece por sus actos, el no ser duro de corazón. Si se trata de un investigado o justiciable que tiene que desfilar por los juzgados, en cuyos aledaños le espera la jauría con las furias desatadas, estaríamos ante una extralegal pena anticipada.
En uno u otro caso, lo cierto es que se están produciendo " linchamientos " en las puertas de los juzgados.
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