El PSOE, inmune al desaliento, va a por todas con tal de desplazar al PP del Gobierno. Las razones, mentiras o medias verdades, no les importan, lo suyo es la constante crispación y el sistemático acoso para alzarse con el poder, solos o acompañados. Los eventuales compañeros de viaje es lo de menos, lo que les importa es desterrar al ostracismo a lo que llaman la derecha. Esto es lo que les mueve y en tal empeño aúnan fuerzas, pese a sus graves disensiones y puñaladas internas por un claro liderazgo del que carece.
Hay que tener cara y falta de pudor, para presumir de honradez y exigir a otros responsabilidades, cuando su historia reciente y pasada está plagada de maldades. Es para decirles aquello de " quien no te conozca, que te compre". Pero, en fin, es el sarampión de la izquierda, cuando más extrema peor, que sólo se cura cuando se ha sido arrojado, por disidente o desviacionista, a las tinieblas del silencio o del repudio.
Si algo tuvo alguna vez de idealismo, con su carga utópica, se ha suplantado por un conjunto de intereses entrelazados, entre los que destacan la codicia desmedida, el ordeno y mando. Considerándose el centro del universo y estar en posesión de la verdad absoluta, pretende que los demás sean estrellas fugaces aunque no les disgusta que las más guerreras se unan en corifeo a las descalificaciones que reparte a quien, hoy por hoy, con sus luces y sombras parece ser la estrella polar que indica el rumbo acertado.
Las encuestas hablan de notables retrocesos en intención de voto del PP y el PSOE. Ambos arrastran dos sendos calvarios, no únicos: aquel, el el del caso Bárcenas y sus posibles derivaciones, éste el de los EREs fraudulentos en Andalucía; por mencionar los de más actualidad. Pues bien, con tanto que tiene el PSOE que callar, lanza toda la artillería pesada contra el PP que, en su línea, no ha sido un ejemplo en el manejo del asunto y en la política de comunicación. A última hora, en sede parlamentaria, Rajoy se empleó a fondo y quedó lucido, al menos para la mayoría de sus votantes y simpatizantes; Rubalcaba no dio todo lo que de él cabría esperar, pareció estar a disgusto en su obligado papel de inquisidor. El tratamiento mediático de estos culebrones y otros similares, con sus aprovechamientos políticos, va para largo.
Los mismos sondeos de opinión auguran que la comunista IU y la picante por aquí y por allá UPyD, duplicarían sus escaños al repartirse el descontento de parte significativa del votante socialista y del popular. Los nacionalistas tenidos por moderados se mantendrían a duras penas o bajarían levemente, y los extremistas separatistas, entre ellos la filoetarra BILDU, podrían tener un ligero ascenso. Si en las próximas elecciones se confirmara esto, la inestabilidad se adueñaría de España, salvo que PP y PSOE solucionaran sus cuitas internas y las de entre ellos, pensando en el superior bien común, y recuperasen la confianza de quienes se han sentido defraudados. Ambos son necesarios para asegurar la gobernabilidad, pero tendrían que hacer previamente cambios de ciertas personas, actitudes y procedimientos que, poco a poco, les han ido distanciando de la ciudadanía.
Alguien, desde su altísima posición y facultad moderadora, debería convocar a los últimos y máximos referentes de los dos principales partidos-Felipe González, Aznar, Zapatero y Rajoy-, para tratar de reconciliar lo que parece irreconciliable, y decirles: " Vosotros, conmigo, podemos conseguir la regeneración que propugnamos y que España y su democracia no se vaya al garete. Sabemos cómo hacerlo. Se puede conseguir si actuamos al unísono y sin dobleces. Dejemos que la Justicia siga su curso. ¿ Cuándo y cómo empezamos?."
Ascendencias e influencias tienen, es cuestión de querer volver a recuperar la nobleza en la política; aunque con el tiempo ha crecido demasiado la cizaña y tal vez sea tarde. Si no hubiera tiempo para esta oportunidad no quedaría más remedio, para solaz del espíritu, que desconectar radio, televisor, leer sólo deportes y ofertas de empleo en los periódicos y escuchar en vieja gramola "Suspiros de España" y " En tierra extraña" interpretadas, respectivamente, por Estrellita de Castro y Concha Piquer.
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