Suele suceder que la buena gente sufra desengaños con algunas personas en las que confió y a las que brindó amistad o apoyo. Es especialmente vulnerable la que, de entrada, actúa sin recelos, con empática espontaneidad, exteriorizando sus buenos sentimientos, sin ocurrírsele pensar que no todos son así. Se deja guiar por su innata forma de ser y limpios principios creyendo en las apariencias del que defraudará.
Esta buena gente, que abunda más de lo que parece, se promete que nunca más le volverá a ocurrir; pero reincide una y otra vez porque otras tantas es presa de su buen corazón, en el que prevalece el continuar siendo uno mismo. No puede ni quiere ser de otra manera, conservará de por vida el personal sello impreso en su conciencia.
Puede que tenga pasajeros enfados, pero no alberga resentimientos ni rencores. Trata de ponerse en el sitio del otro para comprender el porqué de su comportamiento, en las circunstancias que le envuelven, y es presta a la compasión y el perdón. Al propio tiempo se interroga sobre si hubo algún yerro por su parte y, en todo caso, desea en sus adentros lo mejor para el que le decepcionó.
Así de complejo, en lo bueno y en lo malo, es el ser humano. Todos tenemos porciones de lo uno y lo otro, pero somos propensos a soterrar las propias que no nos gustan. Lo importante es no alardear de las que nos dignifican y reconocer las que nos pueden llevar al desmerecimiento, como primer paso para no caer en éste. La exhibición de autosuficiencia ética y el empecinamiento en no admitir los fallos, no son buenas compañías para viajar por la vida.
Lamentablemente querido amigo cruzado, la falta de humildad, envidias, recelos y egoísmos, abundan cada día más en nuestra andadura por éste teatro que es la vida. Si bien es verdad, que personas buenas, de buenos y nobles sentimientos y con buen corazón haberlas ahílas.
ResponderEliminarPor ell@s merece la pena creer en ello...al fin y al cabo cada cual, termina quedandose con lo que es...
Un fuerte abrazo