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El Código Penal tipifica y sanciona como delito " Las ofensas o ultrajes de palabra, por escrito o de hecho a España, a sus Comunidades Autónomas o a sus símbolos o emblemas, efectuados con publicidad", lo que no obsta para que muchos de estos actos queden impunes al no ser perseguidos por quienes tienen la obligación de hacerlo.
La quema pública de banderas de España, por encapuchados o a cara descubierta, se ha convertido en un ritual llevado a cabo por quienes reniegan de ella. No hay aquelarre que se precie de independentista que prescinda de prender fuego al símbolo patrio y, generalmente, no pasa nada.
La momentánea pasividad por parte de la Autoridad y sus agentes puede entenderse, en cierto modo, en razón a la prudencia cuando por actuar, " in situ" y en el acto, hay altas probabilidades, sopesadas las circunstancias, de que se desencadenen males mayores. Pero ello no obsta para que, posteriormente, se identifique y detenga a quienes cometieron la grave ofensa y sean puestos a disposición judicial.
El último y reciente agravio conocido se ha protagonizado en Mataró con motivo de la celebración de sus fiestas, a las puertas del Ayuntamiento, bajo la mirada y los entusiastas aplausos de su Alcalde nacionalista según parece deducirse de las imágenes televisadas. Ignoramos si a estas horas se han producido identificaciones y detenciones por este hecho, nada difíciles de conseguir si hay voluntad de hacerlo, aunque cabe presumir que por el edil y el Gobierno de la Generalidad habrá pasividad y convencida falta de empeño. Otro gallo cantaría si el ultraje hubiera sido a la bandera de su Comunidad.
De lo que no hay dudas es de la identidad del Alcalde de Mataró y ya tendría que estar ante el Juez para explicar a qué obedecían sus fervores, con gritos y aplausos, registrados por las cámaras de televisión y si dio o ha dado alguna instrucción para identificar y detener a los autores. La Policía local, que de él depende, estaba presente mientras se consumaba el delictivo ultraje, y ya se sabe lo que ocurre en esos lugares y ambientes: todo el mundo se conoce, en especial los que destacan por su aversión a España. Convincentes tendrían que ser las explicaciones exculpatorias para no sentarlo en el banquillo.
Algunos esgrimirán, ingenuamente, que no hay que dar respuestas que puedan fomentar el victimismo y el rechazo nacionalistas a lo español, como modo de justificar la inaplicación de la Ley. Así lo han pensado durante demasiados años y, en consecuencia, han mirado para otro lado, sin otro resultado que el engendro separatista ha ido en aumento y el desafío al Estado de derecho ha sido constante. Y en esas estamos.
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