Aunque sabido hay que insistir: el autodenominado Estado Islámico, "Daesh" y sus franquicias- operando en batallones de la muerte o a través de individuos solitarios o en grupos reducidos- son una amenaza contra la libertad y la vida. Hecho constatado reiteradamente, tanto por las prédicas- " fatwas"- de esos imanes fanáticos, dictadas como de obligado cumplimiento para todo buen musulmán llamando a la " Yihad", como por las horripilantes matanzas que a diario se perpetran en un diseñado y expansivo plan de exterminio, castigo y sometimiento.
De tal barbarie criminal no se libran ni los propios musulmanes a quienes califican de heterodoxos o apóstatas. Para celebrar su primer aniversario, perpetraron anteayer sendas matanzas terroristas en un enclave turístico de playa en Túnez y en una mezquita chií de Kuwait, siendo decapitado un hombre en Francia.
El enemigo avanza; está a las puertas. Sus avanzadillas encubiertas penetraron hace tiempo en el mundo occidental y europeo, que también ha sufrido sus dentelladas terroristas con muchas vidas segadas. El califato del EI quiere extenderse e imponerse por todo el orbe, siendo España la perla favorita a reconquistar.
Sin embargo, algunos piensan que la guerra no va con ellos; se hacen los distraídos; apostillan por fobias ideológicas las condenas al terrorismo islamista o cuestionan las respuestas que, preventiva o reactivamente, y en defensa propia, proceden en su contra. Hay que decantarse decididamente entre la barbarie y la civilización, so pena de ser aniquilados por aquélla. Para nada servirían los lamentos tardíos.
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