La " pena del telediario" vulnera los derechos a la propia imagen, la intimidad, la dignidad y el honor de los detenidos. Siendo ello cierto, y admitiendo la necesidad de que se acabe u obstaculice- en tal sentido se ha pronunciado mayoritariamente la Comisión de Justicia del Parlamento-, poco efecto tendrá si no se acompaña de la correspondiente sanción ejemplar a los que, de un modo u otro y por motivos diferentes, van a la caza de la imagen vejatoria del detenido o facilitan la información para que pueda obtenerse.
Las primicias en solitario o compartidas, las utilizaciones partidistas y distintos intereses espurios prevalecen en ocasiones ante cualquier consideración ética, cuando lo que prima es sacar rédito de diversa índole- política, mediática, ambas a la vez,...-, inmortalizando la imagen abatida de quien, por muchas sospechas que sobre él existan, no deja deja ser, hasta que recaiga sentencia definitiva si la causa prospera, una persona a la que le asiste la presunción de inocencia.
Con todo, resulta problemático establecer límites y prevalencias entre derechos fundamentales( imagen, intimidad, honor,...versus el de información y comunicación); pero parece una buena iniciativa el intentar poner coto a esos desmadre que, sobrepasando el legítimo ejercicio informativo, tantas veces semejan "escraches".
Ha ocurrido y sigue sucediendo con famosos y famosillos del " corazón" y ante sucesos criminales truculentos; pero se ha reaccionado cuando los afectados son personas públicas, políticas y de cierta o gran relevancia económica o social, implicados en supuestos casos de corrupción. Lo cierto es que la anticipada " pena del telediario" es la actualizada versión del extinto sambenito inquisitorial.
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