Son tantas las calamidades de diversa clase que 
se ceban con España y gran parte del mundo, que parecen maldiciones bíblicas. 
Surge la siguiente pregunta:  ¿ Qué hemos hecho para merecerlas ? Eterno 
interrogante planteado siempre a lo largo de la Historia cuando se han 
producido. 
Ante la poca o nula capacidad de aprender de los 
errores del pasado, y pese a los avances de la civilización, la cuestión perdura 
y queda en el aire. Por ello, cabe reflexionar 
si las tragedias y desdichas ligadas al devenir humano son consecuencia del mal 
uso de la libertad, la que nos faculta para elegir entre el bien o el mal, la 
indiferencia o el compromiso, la solidaridad o 
el egoísmo.
Siempre andamos expuestos a quebrantos de salud, 
económicos, conflictos diversos y a los peligros contra la paz, pero lo 
importante es el modo de afrontarlos. La vida es efímera, y la tranquilidad del 
espíritu, proporcionada por el sosiego del alma, coadyuva a meditar sobre la 
trascendencia del ser humano, sus valores inalienables, su capacidad de 
sacrificio y entrega amorosa y el modo de enfocar el paso terrenal.
La elección libre por el recto obrar apela a las 
conciencias individuales, colectivas y a las de los gobernantes y poderosos. 
Conviene no hacer oídos sordos a esa llamada.
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