“ Mens sana in corpore sano” reza el adagio 
latino, aunque no siempre se da tal relación. Unas veces se recurre a las 
prácticas deportivas para liberar o aliviar el estrés de la vida cotidiana, que 
incide negativamente sobre la salud psíquica, siendo tal afectación el motivo 
para “ desconectar “ e intentar recuperar el equilibrio emocional. En otras 
ocasiones se practica el ejercicio físico por puro placer y afición y “ estar en 
forma “, o para quitarse los kilos sobrantes y agradar a uno mismo y a los 
demás. Están también los que quieren hacer y lucir músculos, algunos de los 
cuales recurren a anabolizantes u otras sustancias nocivas para la salud. La 
casuística al respecto es múltiple y variada. El ideal es la conjunción de 
cuerpo y mente sanos, pero para ello no hay que machacar aquél hasta el 
agotamiento físico, y hay que tener el equilibrio mental para saber hasta dónde 
se puede llegar. Y es que el “ culto al cuerpo “ exagerado, tan extendido hoy en 
día, puede devenir en una obsesión patológica.
A las personas mayores y a las que aún no 
siéndolo tienen determinadas dolencias, se les suele recomendar por el 
médico determinados ejercicios y paseos diarios sin llegar a la fatiga. 
Concretamente el paseo, al principio cansino o aburrido, puede llegar a 
convertirse a los pocos días de su inicio en una rutina agradable y 
necesaria.
En estos tiempos de mascarillas, distancias, 
aislamientos y hospitalizaciones a causa del coronavirus, hay que pensar en los 
afectados por la pandemia. A las dolencias en su salud física hay que añadir la 
angustia y la incertidumbre que les invade. Estos sentimientos pesarosos han 
hecho también mella en los demás, que no pueden dejar de preguntarse: ¿ Me 
tocará también a mí ?
Quien pueda hacer deporte o pasear que lo haga. 
Al menos se librará por un rato de la extendida pandemia psíquica derivada de la 
física. 
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